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domingo, 9 de junio de 2013

CON LOS PIES NOS VAMOS ─ Héctor Miguel Angeli

 No quiero que me levanten los pies para morirme.
Que me alcen las manos, eso sí,
hasta la desembocadura de los astros.
Pero no quiero que me levanten los pies para morirme.
Con las manos hacemos la ternura y la nostalgia.
Con los pies nos vamos.
Y cuando me vaya,
quiero ser toda mi despedida.
Porque estoy traspasado de materia,
de materia inflamable y aleatoria
que no me deja en paz, que me persigue
y que no quiero olvidar cuando me vaya.
Las cosas están altas y en la altura se arrastran.
Todas las cosas son, se me parecen:
el sueño intestinal del ave,
la orquídea en el vientre de los muertos.
Debo irme con ellas,
transportadas por esta permanencia.
Tan grande es el dolor de nuestra marcha,
tan grande y tan amigo,
que no quiero que me levanten los pies para morirme.
Quiero ser todo el que fui cuando me vaya.

martes, 4 de junio de 2013

DECIMOCUARTA POESÍA VERTICAL ─ Roberto Juarroz

112 

Un día ya no podemos partir. 
Repentinamente, se habrá hecho tarde. 
No importará desde dónde 
o hacia dónde era el viaje. 
Tal vez hacia el otro extremo del mundo 
o sólo desde uno hacia su sombra. 
Dibujaremos entonces la figura de un pájaro
y la clavaremos encima de la puerta
como blasón y memento,
para recordar que tampoco existe
la última partida.
Y la lanza,
que ya estaba clavada en el suelo,
sólo se hundirá un poco más.

SOLEDAD ─ Carlos Mastronardi

Aspiro el ramillete de los años
y siento que estoy muerto en cada olvido.
Mis apariencias todas se gastaron.
Alguien se iba de mí cada crepúsculo...
En mis tiempos marchitos hubo puertos,
y pañuelos vehementes se alejaron...
Desconocidas gentes han partido
del fondo de mi ser ya devastado.
Me quedé en la efusión de cada abrazo
y en los adioses laxos y secretos
De improviso me vi como un extraño
con mi presencia inexplicable y sola.
Lo ausente habla un idioma que no alcanzo.
Inútilmente dóblanse las tardes..
Nos vamos deshaciendo en los olvidos.
Ya dispersé el recuerdo como un ramo. 

martes, 21 de mayo de 2013

PARA QUE LOS HOMBRES... ─ Juan L. Ortiz

Para que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles o profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar en el mundo,
con el semblante emocionado y pasajero de nuestros sueños,
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a nosotros mismos en la hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos a nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la tierra.

Juan L.Ortiz, La rama hacia el este (1940) en Antología, Losada, 2002



martes, 14 de mayo de 2013

UN SOLO CORAZÓN ─ Raúl Sassi


El pueblo no siempre hacía honor al nombre. En dos o tres oportunidades había atravesado por etapas más o menos largas de estancamiento y hasta de retroceso, de las que no había salido totalmente. Culpa del intendente, decían algunos, qué intendente éste o el anterior preguntaban otros, bueno si vamos al fondo del problema todo es consecuencia de las macanas que hizo el que estuvo antes del anterior, ya sabía que mi iba a salir con eso cada vez que algo no anda en el pueblo decimos culpa del que no está, y me va a decir ahora que él no es el único responsable, sí en la medida en que todos dejamos que lo fuera, así que ahora lo defiende, no es que lo defienda sino que no ganamos nada volviendo atrás la cabeza para criticar lo que se hizo y decir esto no se arregla más, pero no me va a negar que eso explica lo que está pasando ahora, las explicaciones no sirven para nada, de lo que se trata en este momento es de hacer algo, ¿y por qué no lo hace usted ya que encontró la manija del asunto?, ja qué rico tipo, si aquí nadie se calienta por nada ¿voy a ser yo el único gil?
Todo se resolvía así en Villa Progreso, todo terminaba en opiniones, sugerencias, palabras.
Los habitantes parecían cómodos en ese clima de improvisación en que vivían desde hacía un tiempo, y sólo salían de su indiferencia habitual para trenzarse en discusiones interminables sobre el fútbol, gran pasión popular.
Claro que el fútbol, Freud mediante, permitía la descarga de las tensiones, pero el estado actual de los villaprogresistas no obedecía a una súbita pasión catártica sino a la disputa del torneo provincial, en donde el seleccionado local había demostrado que no hay cuadro chico cuando se tiene corazón, al vencer a todos sus rivales y clasificarse para la final. Y hoy justamente Villa Progreso tenía una esperanza redonda como esa pelota que dentro de unas horas iba a correr por el césped,tratando de entrar en el arco contrario, llevada de aquí para allá por los once campeones y por todo el pueblo, por los que habían ido y por los que se habían quedado.
Porque todos habían trabajado por el triunfo del equipo. En todas las calles banderas con los colores del club,grandes carteles con mensajes de aliento “arriba Villa Progreso”, confesiones de fe “sí sí señores soy de Progreso sí sí señores de corazón”, ditirámbicos himnos de inspiración colectiva “y ya lo ve y ya lo ve es Villa Progreso y su ballet”, toda la ciudad preparada para el regreso de los campeones, porque aunque no ganaran igual volverían con la frente en alto, campeones morales por su nobleza deportiva y su espíritu de lucha.
Eran muchos los que habían viajado hasta la capital para alentara los muchachos cuando salieran a la cancha, y los que se quedaron habían decidido reunirse en la plaza frente a la Municipalidad para ver el partido en pantalla gigante. Todos juntos, todos unidos para acompañar aunque fuera de lejos a esos hombres de pantalones cortos y esperanzas largas que hoy tratarán de recuperar nuestro ser popular, como había dicho el comentarista local.
Ya mucho antes de la hora de iniciación los vecinos colmaban la plaza, intercambiando deseos y pronósticos, les vamos a dar un baile que la van a ver cuadrada, van a quedar con el culo roto por tantos goles que les vamos a meter, yo no pido tanto con el uno a cero me conformo, pero les ganamos seguro, ojalá, tantas cosas andan mal en el pueblo,algo tiene que resultar.
Cuando llegó la policía el partido ya había empezado y parece que a Villa Progreso no le iba del todo bien, por eso nadie se preocupó al ver que los carros de asalto rodeaban la Municipalidad. Tampoco se preocuparon cuando vieron entrar al jefe acompañado dedos o tres policías armados con pistolas. Sólo más tarde, cuando vieron salir al intendente flanqueado por los policías que lo metieron en un auto, recién entonces se miraron, más molestos que preocupados, pero ninguno se acercó a preguntar qué pasaba. No hubo tiempo además, porque justo en ese momento el juez expulsaba de la cancha al capitán de los villaprogresistas, y entonces la indignación,vieron qué les dije el referí está comprado, el Rata tuvo razón al protestar,no tenía por qué cobrar faul, y el desconsuelo después, porque ahora les iba a ser más difícil ganar sin el Rata que era la cabeza del equipo.
Vieron al jefe de policía asomarse al balcón de la Municipalidad y sólo escucharon…destituido…, no importa Rata todos te aplaudimos por no dejar que nos manoseen…hecho cargo del gobierno…, a ese tipo había que amasijarlo…estado de sitio…, y todos se fueron llorando la injusticia cometida contra el capitán y el equipo y el pueblo todo, porque todos eran un solo corazón.

UNAS MACETAS DE AMARILLO ─ Héctor Viel Temperley



No tengo para ver sólo los ojos.
Para ver tengo al lado como un ángel
que me dice, despacio, esto o lo otro,
aquí o allí, encima o más abajo.
Siempre soy el que ve lo que ya ha visto,
lo que ha tocado ya, lo que conoce,
no me puedo morir porque ya tengo
la muerte atrás, vestida como novia.
Voy entrando, de a poco, en lo que es mío,
en lo que ya lo fue, en lo que me nombra,
campos azules y altos hasta el pecho
con el machete centelleante y rápido.
Veo cómo comienzan las naranjas
a nadar por el aire, a perfumarlo,
girando velozmente en sus semillas.
Veo moverse ese árbol, luego el otro,
pierdo el sentido de mirar la vida,
me lleva el mar, el pecho hacia lo alto,
muevo el cielo en el puño como un poncho.
Me quieren despertar y estoy despierto,
no me pueden tocar, me aman, me gritan,
me lloran como a muerto y estoy libre.
Yo puedo separar filo y cuchillo,
guardar el uno y arrojar el otro,
terminar con un truco la semana,
pintar unas macetas de amarillo.
Yo tengo como un ángel que me dice
aquí o allí, más cerca todavía,
habla, calla, resiste, estira el brazo,
toca despacio todo lo que es tuyo.

sábado, 20 de abril de 2013

TODO ERA AZUL ─ Miguel Hernández

Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo irradiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? Hoy soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedía del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están bramando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.