- No, oficial, nunca tuve nada contra él. Al contrario, siempre me resultó simpático. Además es un tipo que en todas partes cae bien. ¿Y entonces?, pregunta usted, y entonces...bueno, eso era justamente lo que me reventaba. Entiéndame, no es que yo hable por resentimiento. A mí me importa un carajo lo que los otros piensen de mí, como en definitiva tampoco le importa a él. Lo que me calentaba, lo que me calienta es que actúe como si realmente le importara.
Es cierto que cuando nos encontrábamos y salíamos por ahí, él puteaba como cualquiera de nosotros y era capaz de quedarse una noche entera chupando vino y jodiendo. Eso era lo que me gustaba de él, que siendo tan estudiante universitario, tan hijo de doctor, tan pulcro y bien vestido siempre, se sentara con nosotros en un boliche rasca y jodiese a las minas que pasaban, como el Tito que es un reo.
Porque eso sí. El Pibe, así le decimos todos, es un capo. A veces el flaco José María, que lo conoce de antes, le decía che Pibe, el otro día empecé a leer un libro de Sartre y no cacé una, por qué no me explicás algo. Y el Pibe empezaba a explicar y se estaba horas hablando. Claro, al final casi siempre ninguno entendía nada, pero era un gusto escucharlo. Ni siquiera el Tito, con lo bestia que es, se animaba a abrir la boca, salvo para mandarse un cacho de pizza. Pero lo lindo era cuando se nos juntaba Castro, que es vendedor de libros. Enseguida se prendían, el Pibe y él y empezaban a hablar de filosofía o de literatura o de política. Decían algunas cosas que yo no entendía, pero otras sí, pasa que usted me ve con esta facha y piensa que soy un rata, pero yo también soy universitario. Claro que nunca pasé de primer año...
La pinta esta la tengo porque vivo solo y siempre ando sin guita. Hace años que vivo solo. Mis viejos no me perdonan que un día, con el pretexto de venir a estudiar, me tomara el raje y no apareciera más. Estaba podrido del pueblo, de los bailes los sábados a la noche en la confitería de frente a la plaza...Y me vine, sí. Hice de todo en todas partes. Agarré corretajes, vendí rifas, hacía toda clase de changas. En los veranos laburaba de carpero en Pinamar. No hace mucho, el invierno pasado, entré a trabajar en una editorial. Yo ilustraba las tapas de los libros. Era un laburo piola y me gustaba, pero tuve que dejarlo porque mandé a la mierda al dueño cuando le reclamé el pago y me dijo que no tenía plata...
¿Por qué corno le estoy diciendo todo esto? Ah sí, por la pinta de rata. En cambio el Pibe...siempre con su traje, su corbata al tono...pero igual era macanudo. Le faltaba esquina, es cierto, y ésa era otra de las cosas que me gustaban de él, que de a ratos y sin que se diera cuenta, le salía el pibe que era y parecía un pollo mojado. Por eso nos hicimos amigos en la colimba. Cada uno quería aprender lo que el otro podía enseñarle.
Sí, ya sé que cada vez entiende menos lo que pasó, pero le digo todo esto para que comprenda que si ahora me está tomando declaración, no es por promover desórdenes en la vía pública sino porque soy amigo de verdad del Pibe. ¿Que no por eso tenía derecho, dice? Al contrario, precisamente por eso.
Ya le dije que lo que no terminaba de gustarme del Pibe era que siempre cayera bien. Porque en ese caso podían pasar dos cosas: o que fuera un boludo que no pensaba en nada y por eso se acomodaba a todos; o que fuera un turro que le daba bola a todos y en realidad a ninguno. ¿Entiende? Ahí estaba lo jodido del Pibe, en andar siempre escurriendo el bulto y no mostrar el juego. Cada vez que uno de nosotros tenía algún problema, una pelotera con los viejos o con la novia, el Pibe escuchaba todo lo que uno decía y después explicaba "eso pasó porque..." ¿Se da cuenta?, siempre jugaba de afuera. Hasta llegar a lo de anoche.
Estábamos en el bar frente a la estación el Tito, el Flaco José María, yo y el Pibe. El flaco estaba contando el despelote que se había armado entre los estudiantes y la policía cuando la cana quiso deshacer la asamblea que se estaba haciendo en los jardines de la Universidad. Ya sabe lo que pasó. Ahí nomás empezaron los gritos y las pedradas por un lado y los gases y los machetazos por el otro. Conclusión, decía el flaco, agarraron a varios estudiantes y ahora los tienen demorados. Yo estaba calentito con ese asunto, porque entre los demorados estaba Rivera, de quien había sido compañero, y empecé a despotricar contra,,,bueno, empecé a despotricar.
El Pibe me escuchaba sonriendo. Entonces me encaré con él y le pregunté: - ¿Y Pibe, qué pensás de todo esto?
- ¿Qué es esto?
- Todo este quilombo, la huelga universitaria, la intervención de la policía, los estudiantes que encanutaron...
- Ésos fueron unos boludos por haberse dejado agarrar.
- ¿Y qué querías que hicieran?
- Que dispararan. Cuando el adversario es más fuerte, el enfrentamiento no tiene sentido. En ese caso, lo conveniente es replegarse y planear una estrategia a largo plazo.
Ahí ya no aguanté más: - Lo que pasa -le grité al Pibe-, es que vos sos tan hijo de puta como los otros. No sos capaz de dar la cara y dejarte agarrar porque lo único que te interesa es pasarla bien y que no te jodan. ¡Sos un maricón!
Y entonces ¡quién lo hubiera dicho!, el Pibe se me vino al humo y ahí nomás nos agarramos. Los dos estábamos cabreros y nos fajamos de lo lindo, hasta que nos trajeron acá. Es cierto que el Pibe terminó con la nariz rota y yo con un ojo en compota, pero va a ver, ahora cuando le tome declaración, él también le va a decir que nos trompeamos porque somos amigos...