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jueves, 3 de enero de 2013

EPISTOLA A LOS POETAS QUE VENDRAN - Manuel Scorza

Tal vez mañana los poetas pregunten

por qué no celebramos la gracia de las muchachas;

quizá mañana los poetas pregunten

por qué nuestros poemas

eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo: por todas partes se oía el llanto,

por todas partes nos cercaba un muro de olas negras.

¿Iba a ser la poesía

una solitaria columna de rocío?

Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Yo os digo:

mientras alguien padezca,

la rosa no podrá ser bella;

mientras alguien mire el pan con envidia,

el trigo no podrá dormir;

mientras los mendigos lloren de frío en la noche,

mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.

Matemos a la tristeza con un palo.

Hay cosas más altas

que llorar el amor de tardes perdidas:

el rumor de un pueblo que despierta,

eso es más bello que el rocío.

El metal resplandeciente de su cólera,

eso es más bello que la luna.

Un hombre verdaderamente libre,

eso es más bello que el diamante.

Porque el hombre ha despertado,

y el fuego ha huido de su cárcel de ceniza

para quemar el mundo donde estuvo la tristeza.

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